Cruz pectoral: símbolo de la dignidad eclesial
“Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse a la muerte y una muerte de cruz.”
Flp 2, 6-8
La señal por excelencia de la cristiandad es llevada al pecho para significar la adhesión de los obispos, sucesores de los apóstoles, a la vida Evangélica.
La escandalosa muerte en cruz Cristo la redimensiona tornándola en instrumento de salvación. La vergüenza de sufrir una muerte así se transforma en un signo de victoria para los cristianos, haber muerto decididamente en una cruz sin referencia a Cristo hubiese sido una locura, sin embargo el madero se consolida como signo de redención, siendo así el estandarte de los primeros seguidores de Jesucristo que testimoniaron su fe en el que Muerto y Resucitado redimió el género humano, cambiando la tortura en amor, la vergüenza en regocijo y la muerte en vida.
El simbolismo de este objeto que consiste en el cruce perpendicular de dos piezas alargadas que dirigen sus extremos hacia los cuatro puntos cardinales, hace referencia al nuevo árbol de la vida en el que tuvo que ser clavado el Hijo para dispensar a la humanidad del pecado original y reconciliar al hombre y a la mujer con su Dios.
La cruz es venerada desde el siglo IV, cuando el emperador Constantino la visualizó como signo para vencer, aunado la tradición que dice que santa Helena, la madre de dicho emperador, halló la verdadera cruz de Jerusalén. De allí que el 3 de mayo se celebrara en Roma, antes de la década de 1960, la memoria del hallazgo de la Santa Cruz, la cual fue suprimida para unificarla con la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz el 14 de septiembre.
El gesto de besar, venerar y orar ante la cruz desnuda el viernes santo es un gesto profundo que simboliza la adhesión a Cristo y por consiguiente a su enseñanza de entrega voluntaria y amorosa, además del silenciamiento de toda la Iglesia ante la muerte de su Redentor.
Cabe destacar que este signo está presente con distintas estilizaciones en culturas no cristianas, pero en el caso de estas últimas es la representación por excelencia.